El bigote de mi padre


El primer adjetivo que se me viene a la cabeza es peculiar.
Su bigote es una parte definitoria de sus rasgos faciales, también un ayudante para conocer sus emociones. Cuando está feliz las esquinitas se ladean hacia arriba y adquieren un aspecto despeinado; si está muy enfadado se vuelve un semicírculo, dejando entrever el hueco de sus dientes incisivos, y si, ocasionalmente, está triste, permanece impasible.
Es quizás este mostacho la mayor muestra del estado anímico del sujeto, imagínense qué complicado se torna cuando por cualquier motivo se afeita.
A través del bigote vemos a un ser generoso que cree firmemente en compartir para ser feliz, pero a veces no entiende que la felicidad jamás se halla en lo material, lo cual le trae muchas frustraciones, el semicírculo actúa.
Su forma pertenece a una generación educada para no sentir tristeza, por lo tanto no entiende cuando los demás lloran; algunos le tildarían de positivo, pero no nos engañemos: esa forma está adiestrada para no parecer vulnerable, siempre permanece impasible.
Aún así, después de sus reacciones iniciales, el bigote analiza lo ocurrido e intenta sacar lo mejor de sí, siendo cercano y cariñoso a su manera, el bozo se despeina.
A medida que pasan los años el color del bigote se torna grisáceo, enseguida tenderemos a pensar que es un síntoma de vejez, pero en realidad lo es de algo más, de madurez emocional.
Es decir, cuanto más negros eran los pelos, más rigidez y hermeticidad, pero cuando comienza a evolucionar, pasando por los diferentes tonos de negros y grises hasta acabar en blanco, se convierte en bello más elástico, que puede expresar algo más que un semicírculo sin romperse.
La mayoría de personas perderemos bello y el que quede será blanco. Habitualmente este pensamiento nos inquieta, pero cuando esto ocurre, el pelo ha experimentado tantos estados anímicos, victorias y fracasos que ahora las diferentes orientaciones no son un secreto para él. En la mayoría de casos el resultado final de esto son seres libres.
En otros casos el resultado son personas con alopecia, que tendrán que esforzarse por gesticular más para dejar ver su estado anímico.
Por suerte para él, y para su bigote, el sujeto de nuestra investigación pertenece al primer grupo.
Nuria Varela

